El divorcio
Montserrat López AyalaLas piernas y las manos le tiemblan. Aferra la carpeta sobre su pecho como si fuera una coraza para proteger su corazón. Teme entrar y empezar un proceso sin vuelta atrás.
“¿Y si no hay nadie?” se miente. Un estornudo en el interior la devuelve a la terrible realidad. Tiene que entrar.
Es un despacho sencillo, luminoso y profesional. Más tarde pensará que es un claro reflejo de la abogada.
Le explica su situación entre caos y lágrimas. Siente como la abogada le transmite confianza, fuerza, respuestas y soluciones.
Bajo su consejo y amparo se marcha. Queda mucho por hacer: negociar, repartir, llorar, decidir, llorar, certificar, dudar, llorar más, firmar y puede que algún día sonreír.
Sola y desbordada regresa a su casa vacía. En lo más profundo de su oscuridad interior divisa una tenue luz. Ahora alguien la guía.
Quizás mañana esa luz sea un poco más intensa.
+21
Queremos saber tu opinión
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Está bien, una manera amable de ver la profesión, los abogados a veces solucionamos problemas y ayudamos a ver la luz al final del túnel, me gusta y te voto, cómo no.