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Patricia Roxana González Rodríguez · Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina 

—En mi defensa tengo para decir que se lo merecía. Debería estar tipificado en los códigos penales esto del merecimiento. Dejé caer mi rama sobre él por venganza y también por dolor. ¿A quién se le ocurre que alguien puede lastimar a otro con una navaja? ¿Y con qué objeto? Para grabar sobre mi tronco un corazón y dos iniciales que seguramente en poco tiempo serán parte del olvido.

Los miembros del tribunal continuaron con la redacción de la sentencia.

—Nadie escucha las palabras de un árbol, creen que no tenemos voz. Se esmeran en discursos grandilocuentes sobre conservación y la necesidad de promover un cambio de mentalidad en el hombre, y luego, nada.

El jurado dictaminó lo previsible y el árbol sintió que su savia, enérgica y verde todavía, se estremecía. Un hachazo certero lo derribó y quedó tendido, en agonía. Sin dudas, algún uso futuro le encontrarían.

 

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