EL ALEGATO
CARMEN ANDREY MARTINEl joven universitario toma notas en un papel con aire distraído mientras que la señora de rostro amable parece estar pensando si se dejó abierta la ventana de la cocina. Esto no está yendo bien, debo cambiar mi estrategia. Subo el tono de mi voz hasta rozar el límite de lo socialmente permitido y, al punto, una chica enarca una ceja en un gesto de incredulidad; el hombre de su derecha se frota las manos, presa de una zozobra imposible de gestionar. Ahora sí. Me están prestando atención.
Termino mi alegato como abogado de la acusación, ante un Jurado que no me lo ha puesto fácil. Entonces, mis ojos se cruzan con los de la acusada. Apenas un segundo, pero suficiente para saber que la balanza se inclinará a mi favor. Y no por mí. Es por ella. Esos ojos… no pueden esconder lo que su boca ha pretendido negar.
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Precioso relato. Los ojos, casi nunca, mienten. Enhorabuena y mi voto.
Ojalá los miembros del jurado la miren también a los ojos y dejen de mirar al abogado. La justicia es ciega, pero los jurados deben escudriñar a la procesada.
Suerte, Carmen.
Adsministrar justicias por los hechos probados o por el pálpito… aquí está el dilema.
Enhorabuena por tu historia