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Margarita del Brezo 

En el primer capítulo Ella aparece sentada en la cocina, con gesto amable, garabateando deprisa sobre un trozo de papel manchado de harina mientras un sabroso guiso borbotea en el fuego. Él la sorprende al final del segundo capítulo. Le parte primero una ceja, después todas sus historias, las que Ella escribía en secreto y las que el destino había escrito para Ella. A partir de ese párrafo las lágrimas diluyen la tinta y el argumento es ininteligible. Hasta que, a través de un margen roto por la fuerza del oscuro líquido, consigue colarse el abogado del editor para gestionar el sinsentido de esta ficción narrativa que parece sacada de la realidad. Con la ley en la mano a Él lo envían a sacar brillo a los artículos del código penal. Y Ella recupera de nuevo el protagonismo de unas páginas en blanco que aún está a tiempo de escribir.

 

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