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RAFAEL CAMARASA BRAVO 

El juez le quitó la palabra. El abogado quiso volver a hablar para pedirle que le dejara rematar su razonamiento, pero no pudo. Cuando por escrito le explicó al médico que aquel magistrado, literalmente, le había quitado la palabra, este rio y le dio la enhorabuena por su sentido del humor. Ahora, pasa su convalecencia soñando con regresar victorioso a las salas de vistas, con recuperar el habla y, con ella, ese verbo ágil por el que era conocido. La oratoria florida que le llevaba a repudiar con elegancia argumentos contrarios, a contestar cualquier discurso. Y por si vuelve a coincidir con ese magistrado y le aplica otra vez su hechizo, está aprendiendo el lenguaje de signos. Ya sabe que lo peor de su estado no es estar mudo, si no el dolor de estómago que producen las cosas que no se han dicho.

 

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