Imagen de perfilUN JUICIO DE LOCOS

Luis Jesús Goróstegui Ubierna 

–¡Tarde, llego tarde! –se decía el conejo blanco mientras corría desesperado.
Rápido, entró en el castillo y accedió a la gran sala. Aún estaba a tiempo de reparar lo sucedido, aunque sabía que sería imprescindible actuar sin miramientos.
–¿Qué genio tiene hoy? –preguntó el conejo al Sombrerero.
–Llegas tarde. Como siempre, de perros… rabiosos. Ya han hecho el careo. Te toca –le respondió en un susurro.
–Bien, rapidito, ¿qué alega la defensa? –vociferó la Reina de Corazones.
El conejo blanco dejó la guía jurídica penal en la mesa y dijo:
–Su alteza, seré breve: Alicia no puede ser condenada. Sufre de un mal incurable. Hemos descubierto que está cuerda.
–¡Pues entonces que le corten la cabeza! –gritó enfurecida la reina.
–Eso va en contra del ordenamiento jurídico de su alteza, su alteza: «Dura lex sed lex».
Y la reina comenzó a llorar. La arriesgada estrategia de defensa había tenido éxito.

 

+13

 

Queremos saber tu opinión

11 comentarios