Imagen de perfilJucio Literario

Ana Isabel Velasco Ortiz 

Las pruebas del delito eran irrefutables y, cualquier intento de programar una sucesión coherente de réplicas y contrarréplicas, resultaba inútil ante la actitud pasiva y distante del acusado.
Mi defendido reiteró hasta la saciedad que, el honor es patrimonio del alma y el alma, sólo es de Dios.
Esta y otras frases literarias terminaron por adueñarse del proceso como una especie de ola furibunda que arrasó la cordura de los presentes.
El Fiscal espetó que el inculpado era como el perro del hortelano. Ni come ni deja comer.
La acusación particular remarcó que ejercer una justicia popular sólo era lícito en Fuenteovejuna.
Aturdido y cansado cité el artículo legal pertinente y supliqué.
_ Señoría, manifiesto mi incapacidad para ejercer una defensa adecuada.
El Juez desestimó la petición de cese y añadió.
_ Señor letrado está viviendo una pesadilla. Que toda la vida es sueño….
Desquiciado grité. ¡Qué alguien me despierte!

 

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