Imagen de perfilCUERPOS, MENTES Y PRONOMBRES PERSONALES

Margarita del Brezo 

Siempre he sido un juez implacable y distante. Y cruel. Extremadamente cruel. Incluso antes de desperezarme y poner un pie en el suelo ya estaba maquinando cómo programar los castigos del día, por adelantado, porque los iba a necesitar, seguro; tan seguro como que hay olas en el mar aunque esté en calma y no se vean. Resultaba agotador. Y traumático. Mi familia tampoco ayudaba mucho: orgullosa de mi forma de actuar, aplaudía mis sentencias, por injustas que fuesen, y me alentaba a continuar así, utilizando el artículo masculino en cualquier circunstancia a pesar de que era más que manifiesto el error. Hasta que un día, desesperado, decidí al fin cambiar el rol de juez por el de abogada defensora y, con pruebas concluyentes, voy aceptando que yo soy ella, no él, y he empezado a quererme más. Y a sonreír con todo mi cuerpo.

 

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