CUERPOS, MENTES Y PRONOMBRES PERSONALES
Margarita del BrezoSiempre he sido un juez implacable y distante. Y cruel. Extremadamente cruel. Incluso antes de desperezarme y poner un pie en el suelo ya estaba maquinando cómo programar los castigos del día, por adelantado, porque los iba a necesitar, seguro; tan seguro como que hay olas en el mar aunque esté en calma y no se vean. Resultaba agotador. Y traumático. Mi familia tampoco ayudaba mucho: orgullosa de mi forma de actuar, aplaudía mis sentencias, por injustas que fuesen, y me alentaba a continuar así, utilizando el artículo masculino en cualquier circunstancia a pesar de que era más que manifiesto el error. Hasta que un día, desesperado, decidí al fin cambiar el rol de juez por el de abogada defensora y, con pruebas concluyentes, voy aceptando que yo soy ella, no él, y he empezado a quererme más. Y a sonreír con todo mi cuerpo.
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Genial Margarita!!!!
Inauguro marcador.
Pues qué bien, Ángel. Sonrío con todo el cuerpo.
Ganas de leerte también por estos lares.
¡Buen verano!
Esperemos una mayor felicidad a la protagonista de tu relato tras articular el reconocimiento genérico adecuado. Mi voto y mucha suerte.
Yo también lo espero; Juan Manuel. Si no felicidad, al menos algo parecido, pues parece que la felicidad es harto escurridiza y efímera.
Muchas gracias y buen verano.
Guau!!!!
Qué bien escrito y qué bien llevado el tema. Es cierto que hay que sonreír con todo el cuerpo. Un abrazo, Margarita.
Qué alegría «casi» verte, Nicolás.
A veces igual no hay muchos motivos para sonreír, es cierto, pero me atrevería a decir que las más de las veces simplemente no los vemos afanados en buscarlos más arriba. O algo así.
Que tengas un buen verano.
Un abrazo
Margarita… Gran declaración de intenciones y mejor narración, como siempre, Margarita. Enhorabuena por ese relato con transición de actitudes y de género. Mi voto y suerte! Un abrazo. Marta
Muchas gracias, Marta.
Espero que estés disfrutando del verano.
Un abrazo
Hola Margarita!! Mi voto para tu abogada defensora; al Juez cruel no le doy ni la espalda, jaja. Un besazo.
Tú sí que sabes, señora jueza. Yo estoy en ello, a ver si me lo quito de encima, pero es persistente además de cruel el juez de las narices, ufff.
Un beso y mil gracias por tu visita. Y a disfrutar del verano.
Qué más decirte, Margarita… Un personaje polémico y muy marcado el que te has sacado de la chistera, digno de una peli almodovariana. Bravo por su evolución. Suerte con el micro, tienes mi voto. Un abrazo.
Almodóvar le sacaría mucho más jugo al personaje. Por suerte para mí, hay por aquí muy buenos entendedores.
Gracias, Francisco Javier. Un abrazo
Pues siento decirte Margarita que he sido juez implacable yo también, y al no votarte, distante asimismo. Ya lo de cruel, no creo, la verdad. Pero es que pasé de un solo voto a tres, siguiendo la línea que propuso Esteban, y tengo que decirte que tres son pocos, lo sé, porque son solo tres, y no se pueden convertir en cuatro o cinco o seis, porque entonces dejan de ser tres.
Ahora bien, si sonríes con todo el cuerpo con mi comentario, casi casi se convierte en voto.
Y por la misma razón implacable y distante, Manuel, Miguel Ángel, Esteban, Juan Manuel y algunos más se han quedado sin voto pero con la misma admiración de siempre por como escribís.
Un abrazo desde el otro lado del Estrecho.
He tenido que pedir un cuerpo ajeno, no te digo más. Y es que mi solo cuerpo, a pesar de ser contundente, no me era suficiente para reírme con tu comentario. Y eso vale mi peso en oro.
Me encanta recibir votos solo y cuando la historia gusta. Es la única manera de aprender. Y de creérmelo (que gustan, que no es puro compromiso, que camino hacia delante, porque ir hacia atrás no tiene mucho sentido, sobre todo si el paisaje es monótono y grasiento).
Así que gracias, gracias por tu «no voto».
Un abrazo desde este lado del Estrecho.
PD. Creo que hay un dicho, canción, fábula o algo que dice «tres eran tres las hijas de Eva» (igual me lo estoy inventando, cualquiera sabe, que no siempre sé si es fantasía o realidad lo que cuento). Menos mal que eran solo tres (las hijas), porque cuatro, cinco o seis, con los tiempos que corren, solo harían que acrecentar los platos en la mesa y, por ende, los problemas.
Ante tu contestación solo puedo decirte que: ¡Qué bueno es reírse!, porque al igual que tú, he estado un buen rato haciéndolo, hasta tal punto, que la gente que me rodea en la playa ha comenzado a mirarme preguntándose qué le pasa a este hombre que se ríe tanto debajo de la sombrilla.
Gracias Marga por unos minutos de risa gratis.
Intentaremos devolverlos el mes que viene.
Como buena psicóloga, has tratado este asunto al margen de modas y frivolidades.
Mi voto, Margarita.
No es ningún mérito, Manuel, es que no sé hacerlo mejor (ya está ahí el juez otra vez, grrr).