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Javier Puchades Sanmartin 

Como abogado y albacea de doña Adelaida, nunca pensé disfrutar tanto con la lectura de su testamento. En mi despacho, todos brindaban por la difunta pensando en sus cuentas bancarias. Así, logró fortalecer la unidad familiar.

Durante su enfermedad, tuve que defenderla ya que estos buitres interpusieron demandas solicitando su desconexión de la maquina que la mantenía con vida. Ella quería ver acabado su proyecto de saneamiento de agua en una aldea africana. Siempre le gustó cooperar en estas iniciativas. Nunca encontró el apoyo y la solidaridad de su familia.

Al escuchar el destino de su fortuna, ninguno de sus parientes daba crédito. La finada decidió crear una fundación en alianza con diversas oenegés. Su fin: invertir en la consecución de los Objetivos del Desarrollo Sostenible.

Entonces, y mientras alguno de los presentes necesitaba asistencia médica, alcé mi copa y brindé. La voluntad de doña Adelaida bien merecía una celebración.

 

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