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Mikel Aboitiz 

En medio de la calle comercial, un hombre perfectamente trajeado vocifera delante de una hucha con tres letras rojas (AVR): «Dios escribe en su teclado celestial con renglones torcidos. Si no es así, ¿cómo explicar tanta mentira en el mundo? Se acabó el debatir; comemos ideas precocinadas, ¡tragamos sin masticar falsedades!¡¡Realice su donación anual a Abogados de la Verdad Revelada!!». La boca de metro expulsa a cientos de pasajeros con síntomas de estrés. Pasan junto al tipo, casi patean la hucha, se dispersan por los comercios, ganan el cruce regido por los semáforos y el peón de la Verdad Revelada se apunta a lo sumo unas sonrisas piadosas. Mi hija me aprieta la mano y pregunta: «¿Papá, este señor trabaja contigo en el “pufete”?» y yo, que apenas sé mentir, me noto crecer la nariz: «No, hija, no». Y es que, si hay renglones, estos están bien retorcidos.

 

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