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Daniel Aznar Alonso 

Nadie conocía la verdadera identidad de “SuperLex”. Decía ser abogado y se presentaba a los juicios con una toga a modo de capa y una máscara, como con aspecto de héroe de cómic. Con su glosario rimbombante de tecnicismos jurídicos, dejaba a todos helados. Los jueces, como aturdidos, no tenían más remedio que sentenciar siempre a favor de su causa. Unos hablaban de superpoderes, otros, de magia negra. Eso no gustaba en el mundo jurídico. Decidieron combatirle y le acusaron de intrusismo. El juez instructor, reconocido antisuperlexista, no pudo hacer frente a sus superpoderes y procesarle como le hubiera gustado, pero sí que pudo aplicar una medida cautelar excepcional: embargar su toga y su máscara. Al quitársela, todos los presentes se reconocieron en su rostro. El juez, asustado, le devolvió las prendas.

Hoy, SuperLex sigue ganando juicios, pero se trata como una anomalía del sistema jurídico y así se asume.

 

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