Imagen de perfilDIARIO DE UN PRESO

Piedad Pàrraga Torres 

Sin ser un héroe mi letrado,
ni capa ni espada esgrimir,
sólo armado con su toga,
desde el principio veló por mi.

Pertrechado con sus leyes,
ningún glosario le faltó,
y aunque hubiese sido cautelar,
su triunfo la audiencia esperó.

Enmudecido quedé en la sala,
helado hasta los huesos,
no me dieron la razón,
no apoyaron mis argumentos.

Ni siquiera las masas,
con su ignorancia y su histrionismo,
lograron mi absolución.
Caída libre hacia el abismo.

¿En qué erró mi letrado?,
¿qué fallo cometí?,
¿una elección equivocada?.
Yo tenía un porvenir.

Ninguna decepción cabe,
aunque ya en prisión me encuentre,
vivo sin pensar en el mañana,
tan sólo en el instante siguiente.

Acostumbrado a esta intimidad,
¿quién puede leerte ya?,
me apetece confesar,
y ¡qué solaz al sentenciar!,
yo culpable siempre fui,
no hubo dudas,
disparé a matar.

 

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