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JESÚS BERMEJO LECUONA 

Dispuesto a una agradable jornada estival sobre un suave manto de arena, le sobresaltaron unos
gritos de dolor que emergían del agua. En ropa interior, salía una mujer árabe mientras su presumiblemente marido increpaba a aquella colección de curiosos europeos, atraídos por los aspavientos de su cónyuge. Aparentemente se adentró entre las olas cubierta por una túnica oscura, que entonces flotaba a lo lejos ajena al incidente. Tras su encuentro con varias medusas, se desembarazó de su atuendo para nadar más deprisa y alcanzar la orilla. Su consorte no atinaba a tapar la visión de quienes se aproximaron a socorrerla, y fue detenida por escándalo público. Su alegación letrada, salvaguardar la integridad de la damnificada, acusada a ojos de su cultura. Ante el umbral de la sala de vistas, el abogado veraneante, citado como testigo, reflexionaba sobre si hacía falta aquel despliegue procesal para proteger la reputación del pueblo ofendido.

 

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