Imagen de perfilEmociones descarnadas

Ander Balzategi Juldain 

La composición del cuadro me produjo una sensación familiar y distante a la vez, conocía ese pecho ladeado, ese brazo caído sobre el sofá, la expresión de desdén y lascivia en el rostro. Me venían ecos de una lejana y agradable complicidad. A diez metros vi al autor de la colección, el examante de mi mujer, en el umbral de la senectud y aún fingiendo el tormento de la existencia. Los abogados me pidieron que fuese a certificar que la mujer de la pintura era sin lugar a duda ella, así, en caso de llegar a juicio, nuestra alegación resultaría irrefutable. Había perdonado a mi mujer por proteger a nuestra familia, pero cuando vi el antojo bajo el ombligo, aquel capricho tan nuestro pertrechado por las manos de ese embaucador, concluí que junto a la demanda que presentábamos al pintor presentaría otra de divorcio a mi mujer.

 

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