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ÁNGEL SAIZ MORA 

La camarera había sido despedida tras el cambio de uniforme estival, cuando quedó al descubierto un gran lunar en su pierna izquierda. El propietario del restaurante alegaba como derecho la exigencia de estrictos requisitos estéticos a sus trabajadores.
Muchas personas quisieron asistir al juicio, que tuvo amplia difusión mediática. No hubiese suscitado tanto interés de no haber sido por la adecuada orientación del abogado. Sabía de lo que hablaba. Demostró que una buena oratoria, unida a su oficio, puede persuadir y conmover. Habló de esa peculiaridad cutánea como de un estigma que hacía vulnerable a su clienta, por los prejuicios de una sociedad enferma. Supo argumentar que de una sentencia racional, en defensa de la justicia, todo el ser humano sería beneficiario.
Lograda una elevada indemnización por despido improcedente, el letrado se quitó la mascarilla. Todos vieron aquella mancha de nacimiento junto a sus labios, mientras esbozaba una sonrisa.

 

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