EL CUENTO DE NUNCA ACABAR
Margarita del BrezoEn el turno de oficio vemos de todo. Hace poco tuve que asistir a un amigo de la infancia que en absoluto parecía un beneficiario vulnerable por lo que muchos compañeros rechazaron su defensa. Le acusaban de robar, matar y descuartizar ovejas. Los vecinos, primero aterrorizados por el sangriento espectáculo y furibundos e impotentes después, le señalaron a él como único culpable. El pobre siempre tuvo mala fama en el pueblo, todos se apartaban a su paso. Tan solo mi hermana y yo jugábamos con él a escondidas. Tuve que emplearme a fondo. Cambié la orientación de las investigaciones llevadas a cabo en busca de nuevas pruebas hasta que lo conseguí. No había lugar a dudas: era Caperucita Roja la culpable, no el lobo feroz. Al fin quedó libre. Agradecido me invitó a su enlace con un bellísimo cordero. Y son tan felices que ahora solicitan mis servicios las perdices.
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Me encantan estos relatos inspirados en los cuentos.
Magnífico final!
Votado.
Los cuentos dan mucho juego. Y las perdices, si no te las comes, también.
Muchas gracias, Yolanda.
Un abrazo
Una vez más, me quito el sombrero, Margarita. Pedazo de cuento, precioso y preciso. Siempre sospeché que Caperucita no era trigo limpio… Enhorabuena, mi voto y un abrazo.
Pues a mí Caperucita siempre me cayó bien, pero ya ves, sorpresas te da la vida, y los cuentos.
Gracias, Nicolás, siempre generoso con tus comentarios.
Un abrazo y buen verano.
Los finales felices siempre dejan buen sabor de boca. Pero tus relatos son para saborearlos de principio a fin.
Me ha encantado, Margarita.
Mi voto y un beso grandote.
Jo, qué gusto, Ana Isabel. Espero que no tengamos que comernos las perdices para seguir disfrutando. Lo de ser feliz es otra cosa.
Mil gracias y un beso.
Margarita, me encanta que no dejes títeres con cabeza y que desenmascares a la perversa Caperucita.
Suerte con él.
Un abrazo.
He sacado mi lado oscuro, y con el sol de justicia este que nos calienta, más negro se va a poner me parece a mí. Tendré que ponerme a la sombra cuanto antes.
Un abrazo y buen verano.
¡Es delicioso, Margarita!. Esto si que es dar la vuelta a los cuentos, en clave jurídica, claro. Tampoco yo me fie nunca de Caperucita, je, je…
¡Enhorabuena! Muchaa suerte y un abrazo.
Desde que los abogados entran en los cuentos, las cosas han cambiado. Las princesas estudian leyes y los príncipes no tienen con quién bailar. Caperucita, la pobre, nunca lo tuvo fácil.
Muchas gracias, Almudena. Un abrazo y feliz verano.
Enseguida colgamos estereotipos y de ahí no salimos. No tenemos remedio, las apariencias nos ciegan, somos incapaces de ver más allá, excepto tu hábil abogado, que demostró que la «inocente» Caperucita no era tal, aunque sí, muy roja, con las manos manchadas de sangre. Las perdices, que no falten.
Muy divertido, inteligente y de cuento, nada extraño, por otra parte, en una gran cuentista, en el mejor de los sentidos.
Un abrazo y suerte, Margarita
Tienes razón, me siento cómoda con los cuentos, no me había parado a pensarlo. Sobre las apariencias, nada que objetar; y si encimas crías fama, la siesta la tienes resuelta a cualquier hora del día. Por suerte siempre nos quedarán las perdices para que nos enseñen a volar.
Muchas gracias por tu comentario, Ángel. Un abrazo y buen verano.
Cáscaras, cómo ha cambiado el cuento…
Suerte y feliz verano.
Se nos hacen mayores los cuentos, hay que cuidarlos.
Muchas gracias, Juan Antonio. Feliz verano para ti también.
Bonito microcuento Margarita. Pobre lobo, siempre tan mal visto, gracias por defenderlo…, y al final, también se merecen una buena defensa las suculentas perdices.
Enhorabuena y suerte, mi voto y saludos.
Lo de «cría fama y échate a dormir» es bien cierto. Ya puedes apagar bombillas con los dedos o escribir nueve capítulos nuevos de Barrio Sésamo del tirón que como te hayan puesto el «sambenito» no te lo quita nadie. Aún así yo pienso seguir siendo amiga del lobo feroz y, de paso, echaré de comer un buen alpiste a las perdices en tu honor.
Un saludo, José Manuel, y mil gracias.
Me recuerda al poema cantado de Goytisolo…erase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Me encanta poner los cuentos boca abajo y que las perdices salgan volando.
Enhorabuena Margarita, mi aplauso y mi voto
Yo soy más de poner los mapas boca abajo y, claro, se me caen todas las direcciones y no sé si voy o vengo o ya he vuelto. Pero ahora que lo dices, creo que con los cuentos me pasa lo mismo. Y voy a fijarme bien porque igual hay más y no me he enterado y encuentro explicación a ciertas cosas.
Muchas gracias, Santiago.
No se hacía una defensa del lobo tan resuelta desde Félix Rodríguez de la Fuente. Tan originalísima como siempre. Me da la impresión que todo lo que escribes es tu mejor relato.
Enhorabuena
Gran profesional Félix Rodríguez de la Fuente. Y tú, gran amigo virtual. De «defensas» sé poco (se me da mejor «acusar», pero eso no voy a decirlo aquí por nada del mundo), tienes que darme clases, me gusta aprender de los mejores.
Un abrazo, don Ángel.
Para que luego digan que los cuentos están muy manidos. Aunque el final es políticamente incorrecto te voy a votar y, si no te pagan tus últimas clientas, siempre te las puedes comer con habichuelas..
Por más que lo intento, siempre se me escapa alguna incorrección política, y eso que practico frente al espejo, eh, lo que suele darme algún problema que otro. Pero mira, lo de las habichuelas me parece una excelente solución, y no solo para las perdices.
¡Gracias, Esteban!
Qué de partido le has sacado el cuento y qué de comentarios jocosos y sabrosos tiene su final.
Como en ocasiones anteriores, tu imaginación raya la brillantez y al tiempo la dulzura de un cuento infantil, descubriendo así lecturas adultas ocultas.
FELICIDADES, Margarita.
Pdt. A diferencia de otros, yo dejaré que las perdices emprendan el vuelo y escapen de los fogones…
Me encanta que haya personas como tú que leen también entre líneas, es lo más complicado porque apenas hay espacio ahí y hay que hacerlo con mucho cuidado para que no se vea el conjunto emborronado.
El comentario me lo imprimo para esos momentos en los que, más que brillantez, me quedo a oscuras.
Mil gracias, Guillermo.
PD. Espero que las perdices vuelen muy alto.
Desde luego, para mi, desde niño, Caperucita Roja nunca fue de fiar. Tanta falsa dulzura y candidez ñoña y bobalicona, no podían presagiar nada bueno. Has tenido que ser tú, brillante abogada y excepcional detective, después de tantos años, la que la desenmascarará, y la pusiera en su justo lugar. Enhorabuena por la investigación y su resultado, muchos niños te lo agradecerán. Mi voto entusiasta lo tienes otorgado desde hace días. Un abrazo,
Pues a mí me la dio con queso. Me encantaba Caperucita con ese rojo carmesí tan favorecedor y un bosque para ella sola, aunque no tuviese príncipe. Pero al final se torció y se dejó llevar por las malas compañías, que dicen ahora. Menos mal que hemos llegado a tiempo. Creo que la han metido en un programa de rehabilitación, a ver si conseguimos enderezar el cuento.
Mil gracias por tu entusiasmo, Francisco José.
Un abrazo
Todavía no he encontrado ningún relato tuyo que no me sorprenda (agradablemente, ni que decir tiene). Además, me encanta lo original que suelen ser tus temas, apartándote siempre del camino más evidente.
Felicidades por este soberbio micro, Margarita.
Tienes mi voto y un gran abrazo.
¡Qué alegría me das, Ana María! Eso intento, buscar otros caminos menos transitados, pero no siempre doy con ellos y me pierdo en el intento. Así que gracias por tus palabras.
Un abrazo, campeona.
Lo que está claro es que el Lobo no escribió el cuento. Ni tuvo biógrafo ni hagiógrafo. Eso sí que es el cuento de nunca acabar: la Historia no suelen escribirla los vencidos ni los malditos, aunque, ciertamente, vivamos tiempos de revisionismo radical.
Mi voto, Margarita.
Un abrazo.
«Cada uno cuenta la feria según le va en ella», el problema es que unos cuentan más y más alto (no sé si mejor) y con tanto guirigay es difícil entenderse. Lo de escuchar es tarea imposible, ni siquiera cuando hay silencio.
Gracias, Manuel. No dejes de contar.
Un abrazo
Margarita, me encanta tu relato envuelto en ese ambiente de cuento y con un título muy acertado.
Mucha suerte.
Un beso.
Que no se nos acaben los cuentos ni las ganas de contar.
Gracias, Javier
Un beso
Me encantan las historias que reescriben cuentos. Y tú lo haces de maravilla, Margarita, lo que tampoco es de extrañar, porque eres una maestra con cualquier temática.
Bravo por esa abogada, ese lobo y ese cordero. Estoy seguro de que las perdices alcanzarán, al fin, la felicidad merecida.
Un abrazo, mi voto y mucha suerte.