Imagen de perfilEL CUENTO DE NUNCA ACABAR

Margarita del Brezo 

En el turno de oficio vemos de todo. Hace poco tuve que asistir a un amigo de la infancia que en absoluto parecía un beneficiario vulnerable por lo que muchos compañeros rechazaron su defensa. Le acusaban de robar, matar y descuartizar ovejas. Los vecinos, primero aterrorizados por el sangriento espectáculo y furibundos e impotentes después, le señalaron a él como único culpable. El pobre siempre tuvo mala fama en el pueblo, todos se apartaban a su paso. Tan solo mi hermana y yo jugábamos con él a escondidas. Tuve que emplearme a fondo. Cambié la orientación de las investigaciones llevadas a cabo en busca de nuevas pruebas hasta que lo conseguí. No había lugar a dudas: era Caperucita Roja la culpable, no el lobo feroz. Al fin quedó libre. Agradecido me invitó a su enlace con un bellísimo cordero. Y son tan felices que ahora solicitan mis servicios las perdices.

 

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