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Beatriz García Herrera 

La división del predio familiar le dejó sin acceso a la vía pública.
Para poder ir a trabajar, tuvo que hacerse amigo del perro de su hermano, dueño de la finca colindante. Que no es que su hermano fuera un perro, que también, sino que se había adjudicado uno de presa, todo fuera por facilitar aquellas entradas y salidas furtivas de su amado hermano a través de sus tierras. La medida fue eficaz unos días, pero a base de chuletones al punto, nuestro protagonista alcanzó una insospechada paz interespecies.
Así pasaron los años, largos, confinados y furtivos años, invirtiendo gran cantidad de su presupuesto en la carnicería, hasta que una película de romanos le sacó de su letargo jurídico.
¿Realmente existía algo llamado servidumbre de paso?
¿Podría no ser la suya una causa perdida?
¿Podría tener él un derecho de paso a través de la finca de su hermano?

 

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