Imagen de perfilEl roble

Julio Montesinos Barrios 

Mi abuelo era juez de paz. Un hombre noble y sencillo al que su familia no pudo darle acceso a una educación esmerada pero la vida obsequió con un carácter ecuánime y juicioso. Ejerció su cargo con responsabilidad y orgullo. Problemas de lindes, daños leves de bienes inmuebles o reclamaciones de pequeñas cantidades eran resueltos de manera eficaz por aquel entrañable labriego. Algo que le valió el respeto de sus vecinos.

El roble que presidía su huerto era el lugar donde administraba justicia por las diversas causas presentadas. Un atípico y sostenible juzgado destinado a facilitar la convivencia en el pueblo. El patíbulo en el que fue ahorcado por resolver una disputa en contra del paisano equivocado. La mesa de mi despacho está hecha con la madera de aquel roble. Cada vez que tengo que dictar una sentencia, instintivamente toco su superficie, pues continua irradiando responsabilidad y orgullo.

 

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6 comentarios

  • Maravilloso relato, con el roble, como el de Guernica y tantos otros pueblos, donde se imparte justicia, como símbolo de las costumbres y tradiciones seculares de un pueblo, alteradas por una guerra fraticida. Mi enhorabuena y mi voto.

     
  • Los objetos que nos acompañan, al igual que las personas con las que convivimos, seguro que reciben parte de nuestra energía, al igual que nosotros también nos nutrimos de la de otros, pudiendo ser ésta positiva o todo lo contrario. En el caso de este juez de paz la mesa fabricada con ese roble es todo un recordatorio de cómo aplicar la verdadera justicia, de hacer lo que es correcto, aun cuando hacerlo pueda ir en detrimento de quien la aplica.
    Un relato original y lleno de buenas vibraciones.
    Un saludo, Julio

     
    1. Muchas gracias, Ángel. La idea de que los objetos transmiten energías y recuerdos de sus anteriores poseedores ya la reflejó muy bien Conan Doyle en su última época, con el relato El embudo de cuero, sobre un instrumento de tortura utilizado por la Inquisición con el que el protagonista contempla las tormentos que causó mientras duerme con él aferrado a sus manos.
      Un saludo, Ángel.