Imagen de perfilEL ORGULLO DE SER ABOGADO

juan perez morala 

Se les veía por toda la geografía española, sobre todo por las ciudades grandes o cálidas, malviviendo con sus ventas ambulantes, en una paz interior nutrida de resignación, con la mirada lejos, circunspectos. Muchos, decepcionados a causa de su incierto futuro.

La política migratoria parecía no ser muy eficaz. A mis colegas y a mí, nos parecía incomprensible relajar el control fronterizo, casi facilitar el acceso al territorio español, para luego dejar al inmigrante en la estacada, sin trabajo ni recursos.

Un chico alto, de unos veinte años, Ahmed, de Mauritania, subió una mañana a mi despacho. Entró tímido y cauteloso, porque no sabía lo que le costaría la consulta. Le tranquilicé y le serví un café. Me miró con ojos nerviosos, luego se distendió, dejó de sudar y empezó a hablar más suelto.

Cuando le expliqué qué hacer, sonrío largamente. Entonces, repentinamente, me embargó el orgullo de ser abogado.

 

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