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Javier Puchades Sanmartin 

En el caso de mi cliente todo era circunstancial. Era circunstancial que estuviese fichado como maleante juvenil.

Que tuviese varias denuncias por incumplimiento de la orden de alejamiento. Nadie podía afirmar con seguridad haberlo visto allí, la noche de autos.

Que apareciesen sus huellas en el taburete con el cual destrozaron la cabeza de su exmujer. Era su casa, era su cocina, era el lugar donde él se había sentado a cenar mil noches.

Que encontrasen aquella mancha roja en la lengüeta de una de sus impolutas zapatillas blancas. Él juraba que se correspondía con un colorante utilizado en su último trabajo como diseñador gráfico.

Pero desde que aquel punto rojo dio positivo al luminol, las circunstancias cambiaron. Y cuando se confirmaron las pruebas de ADN con la sangre de la víctima, en ese instante pasé a defender a un presunto culpable de asesinato en primer grado.

 

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