ABOGADO, SIN MÁS
Modes Lobato MarcosMi entorno familiar transformó ese sueño en realidad.
Mis padres fueron mi máximo apoyo, y cuando les dije que algún día me gustaría impartir justicia, me animaron a conseguirlo.
Y, años después, me convertí en abogado.
En mi primer caso tuve que defender a un inculpado por robo.
Y al ver su cara, lo reconocí.
Pero guardé silencio.
Y, concluido el juicio, logré su absolución.
Entonces, con lágrimas de agradecimiento, me dijo: «Sé quién eres y te pido perdón.
Siendo niños, me metía contigo a diario.
Incluso te puse un mote, cuando has demostrado que el único escaso, en todos los sentidos, soy yo».
Tras escuchar sus palabras, le di las gracias y me fui a estudiar mi siguiente caso.
Y es que yo no me siento un héroe, ni un campeón.
Sólo soy un abogado con síndrome de Down.