Mariano
Cristian Hernán SerranoHoy lo encontré sentado sobre aquella piedra. Sereno. Con su caña de pesca y moviendo los labios,por horas, frente al mar.
Recuerdo el relato.
Su hijo amaba esa playa, ese mar. Odiaba que tiraran plástico por doquier y que, a pocos metros de allí, el vertido cloacal ingresara impunemente en el agua. -Era un bromista lleno de vida- me dijo -Quería conservar este espacio idílico para él y para sus futuros nietos-
Fue asesinado en una gresca incomprensible, por una lucha ecológica desigual. Yo hice una férrea acusación en aquel juicio. Él conservó la calma, a pesar de ese dolor embravecido que le brotaba de su pecho de padre despojado.
La misma calma que tiene hoy, en el acantilado. Me dijo que Mariano, cada tanto, se le aparece, risueño, entre la espuma del oleaje, para decirle: -¡Papá…! Mi juicio fue justo y tu anzuelo, como siempre, ¡je!… está vacío-
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Hay realidades que no parecen tener solución, lo que no es incompatible con tratar de luchar por lo que es justo y lo correcto y, a pesar de que no sea perfecta, confiar en eso que llamamos justicia. El orgullo del padre es comprensible, las apariciones del hijo, una vía de escape y, tal vez, también tengan su parte de verdad. Los vínculos entre las personas a veces no se rompen tras la muerte.
Un relato que va más allá de la tristeza, para quedarse en el ejemplo y el mejor de los recuerdos.
Un saludo, Cristian
Muchas gracias por tu comentario Ángel! Me alegra que hayas recibido lo que quería transmitir. Es tal cual lo mencionas: solo se trata de creer!
Saludos…
Un relato conmovedor. Enhorabuena y mi voto. Un saludo!
Muchas gracias!! Saludos!!
buenísimo.
Salu2
Gracias Carmen! Saludos!!
Enhorabuena!, buenisimo tu cuento
Me alegra que te haya gustado!
Cristian, el amor de un padre es infinito.
Buen relato. Te deseo mucha suerte y te dejo mi voto.
Besos.
Muchas gracias Pilar! Es así… Saludos!