Imagen de perfilAtando cabos

Laura Sotelo 

La lentitud de la justicia me proporcionó el tiempo necesario para convertirme en abogado y asumir la defensa de la empresa familiar.
Nuestra vieja fábrica de detergentes había sido demandada por un grupo ecologista y acusada de vertidos tóxicos y contaminación del agua, ocasionando daños irreparables en la fauna marina.
Siempre había pensado que mi padre era un hombre honesto y comprometido con el medio ambiente; hasta que me llevó al almacén y me mostró aquellos bidones de plástico.
Aunque intentó conservar su dignidad ocultando los detalles de cómo logró deshacerse de los residuos sin levantar sospechas, de pronto recordé mi infancia:
– Nuestro pequeño barco, tardes interminables de domingo navegando por la ría… ¿Quién iba a sospechar de un hombre que sale de pesca con su hijo?

 

+10

 

Queremos saber tu opinión

3 comentarios