Atando cabos
Laura SoteloLa lentitud de la justicia me proporcionó el tiempo necesario para convertirme en abogado y asumir la defensa de la empresa familiar.
Nuestra vieja fábrica de detergentes había sido demandada por un grupo ecologista y acusada de vertidos tóxicos y contaminación del agua, ocasionando daños irreparables en la fauna marina.
Siempre había pensado que mi padre era un hombre honesto y comprometido con el medio ambiente; hasta que me llevó al almacén y me mostró aquellos bidones de plástico.
Aunque intentó conservar su dignidad ocultando los detalles de cómo logró deshacerse de los residuos sin levantar sospechas, de pronto recordé mi infancia:
– Nuestro pequeño barco, tardes interminables de domingo navegando por la ría… ¿Quién iba a sospechar de un hombre que sale de pesca con su hijo?
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¿Quién iba a sospechar?; a menudo vemos lo que queremos ver. Un relato muy bien escrito. Enhorabuena y mi voto.
Bonito relato, Laura.
Te deseo mucha suerte.
Te envío un voto y un beso.
Para un abogado separar el componente emocional de su trabajo no es sencillo. Al defender la empresa familiar lo hará con convicción, pero esa misma convicción que seguro le motiva, se le habrá venido abajo al comprender la culpabilidad, el daño causado, la contradicción de esa infancia feliz en un entorno ideal, ahora degradado.
Un saludo y suerte con estos cabos bien atados, Laura