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ANTONIO LUIS MIRANDA SANCHEZ 

Mi primer libro “jurídico” fue la declaración universal de los derechos del niño. Tenía 9 años y me lo regaló mi padre. El libro no mostraba a niños en guerra o presos en campos de refugiados. Esos niños explicaban sus derechos y eran dibujados con la misma sonrisa. Todos aparecían felices, como yo. Al crecer, los vi en televisión encogidos de frío tras una alambrada o naufragando en el mar. Ya ejerciendo como abogado, aquellos niños tuvieron nombre, Ahmad y Mazen. Eran los hijos de mi cliente, pedía asilo y me enseñó una foto con su familia. Fue hecha antes de la guerra y salían sonriendo, como los niños de aquel libro. Con la estimación del recurso, el asilo fue finalmente concedido y, en agradecimiento, insistió en regalarme esa foto. Desde entonces la mantengo guardada en aquel viejo libro, como un ritual para que sus sonrisas no se borren jamás.

 

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