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Diego Freire Herva · A Coruña 

El calendario marca que se fue con 48 años. Pero el tiempo no pasa igual para todos. Y él tenía a sus espaldas 43 años de vida y varios siglos de muerte, de guerra, de miedo.
El derecho dicta que era un refugiado, acreedor de una debida protección. Pero la norma es tan sólo una convención. Y con ella en la mano no pudo cruzar la alambrada.
Europa es el sueño de muchos. Un sueño frágil e inasible. Una idea susurrada en los barracones y pronto apagada por un mar de lamentos. Y él constató su debilidad.
Él era abogado en su Siria natal. Defensor de los derechos humanos. Llegado su turno, a él no lo amparó nadie.
Hoy descansa bajo la tierra del campo de Idomeni, en Grecia, lejos de su hogar. Pero sigue siendo acreedor de un derecho: el derecho a no ser olvidado.

 

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