Imagen de perfilUna prueba muy singular

Germán Delgado 

En un juzgado extranjero, donde se procesaba a un traficante de fauna silvestre por la captura ilegal de aves del bosque amazónico, ocurrió algo realmente extraño.
El fiscal, comprometido en proteger este ecosistema, buscó convencer al juez de la admisión de una prueba muy singular. Y es que una de esas aves, la cotorra, repetía incesantemente el nombre de su captor.
—Su señoría, promuevo como testigo a este animal… —señaló el fiscal con el ave entre sus manos.
“¿Cómo pudo brotar de su mente semejante idea?”, se preguntaba el juez algo preocupado.
Pero luego de algunas objeciones, el tribunal admitió la prueba y la cotorra pasó a declarar. El acusador pidió permiso a “su señoría” para interrogarla, sin imaginar lo que el ave diría en su deposición.
—¿Quién te mantenía cautiva? —preguntó confiado el fiscal.
Quizá de tanto escuchar decir “su señoría”…
—¡Su señoría! —Respondió el ave sin temor.

 

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