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PAOLA GAZZO MARTÍN 

Me senté frente a ella, y ahí estaba sollozando, recriminándose como había sido capaz de cometer tal masacre. Yo era conocedora de los hechos, pronto se había difundido por todos los medios de comunicación, pero como buena jurista me hago eco del principio de presunción de inocencia y la animo a que me cuente lo sucedido. Comenzó con un “soy madre, la Madre Tierra”, insistió, “he ofrecido todo mi ser para que desarrolléis una vida plena, junto a sus bosques y su fauna; sólo os he pedido aguardarlo, y me estáis exterminando, actuáis con tal egoísmo que ignoráis las consecuencias, viéndome abocada a proteger a mi especie”.

Sus palabras me estremecieron. Los datos respaldaban la regularización del ecosistema. Difícil de digerir el infortunio que ocasionamos con nuestra sola presencia. Mi alegato resultó claro: esta señora hizo brotar un virus, pero no hay duda que fue en legítima defensa.

 

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