JUEZA Y MADRE
Ana Isabel Rodríguez VázquezMe despido con un fugaz beso en la frente; como siempre llego tarde al juzgado.
Desde la puerta observo como se acurruca bajo su chal color crema, con la mirada perdida en el infinito.
Mi impuntualidad no es herencia materna, pero si soy abogado es porque ella supo infiltrar en mis cuentos infantiles palabras como ley o tribunal.
Empapó mi adolescencia de sumarios, vistas y recursos, hasta hacer germinar en mi la semilla de su propia vocación.
Su pasión por la justicia la hacía sentenciar con seguridad y aplomo, nunca hubo dudas ni titubeos en sus decisiones.
Mi madre se fué tras su último juicio, pero ella no lo sabe, y a veces regresa para confirmar la renovación de su autoridad.
A modo de mazo, golpea la mesa con una cuchara, mientras ordena » silencio en la sala».
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En su día: la persona que enfocó mi vida, hizo algo parecido a lo que relatas. Creo, por ello, que el carácter que forjamos y como pensamos, mestiza una memoria que se resiste a que se le cierren todas las ventanas.
Enhorabuena por el relato. Mi voto y un saludo.
Muchas gracias por tus amables palabras y por tu voto. Me alegra que te guste mi relato. Un saludo.
Deja siempre una cuchara sobre la mesa.
Un buen consejo. A veces, los objetos hacen aflorar recuerdos del pasado. Saludos.