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Modes Lobato Marcos 

El partido de fútbol, entre jueces y abogados, fue el escenario idóneo para solventar mis dudas.
Sobre la verde pradera aquello se convirtió en una pandemia, en una masacre. Huelga decir que dimos todo un meneo a aquella panda de gordos.
Aunque, para mí, el resultado fue lo de menos.
Lo único importante es que, en un lance del juego, mi codo impactó (accidentalmente, por supuesto) contra la nariz del juez Martínez.
Me deshice en disculpas mientras le ayudaba a limpiar la sangre que cubría su rostro.
Días después, tras las pruebas de ADN, supe con certeza quién era el padre de mi hijo.

 

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