Imagen de perfilIronías de la vida

Eva Cruz Barros 

Mi abuelo, fundador del bufete que cuenta entre sus clientes con los más poderosos empresarios del país, para los que ha ganado cientos de juicios, me decía siempre que la abogacía es una carrera de fondo, en la que para empezar a saborear la dulce sensación del éxito se ha tenido que trabajar duro, labrando el terreno, abonando la tierra y protegiendo las simientes de las más diversas inclemencias. Ayudarme a forjar mi propio futuro desde la base, desde los cimientos, aprendiendo desde cero: ése iba a ser su legado. Me pareció algo muy romántico y motivador hasta que caí en la cuenta de que mientras yo pasaba las horas como portero del edificio –cual animal vigilante-, el hijo de un cliente suyo, un muchacho de mi misma promoción, estrenaba despacho con su nombre en la placa de la puerta.

 

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