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Nicolás Montiel Puerta 

No lo vio venir. Salía del juzgado distraído, mirando el móvil, después de asistir al enésimo detenido de su carrera. Y se topó con la manifestación de frente, y en la frente le cayó el adoquín.
En el hospital le indujeron el coma del que acaba de despertar. Siempre ha sido un tipo con suerte; se ha ahorrado el confinamiento, la incertidumbre, el miedo; no se ha puesto una mascarilla ni se ha lavado las manos hasta casi borrarse las huellas dactilares; no ha sufrido por su familia, por sus amigos, por los desconocidos que iban alimentando diariamente las dramáticas cifras del Ministerio; no ha visto ningún informativo ni ha tenido que hacer yoga, meditación, o flexiones. No ha tenido que rezar.
Hoy, neutralizada la propagación del maldito coronavirus, le han puesto la vacuna, y le han dado el alta.
Mañana vuelve al despacho y amenaza con abrazarnos.

 

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