Es frustrante, a los ciento uno, cuando tu cerebro bulle, pero tu cuerpo te engaña. Cuando no queda nadie, pero las voces bailan borrosas a tu alrededor. Esperando la partida definitiva sin haber aprendido nunca a jugar. Quizás por eso acepté su proposición. Un cuerpo artificial. Una transformación totalmente eficiente. Mis neuronas, milagrosamente activas, en un nuevo contenedor. ¿El regreso a la inocencia? Dudé un instante, pero ya está hecho. Abro los ojos en la blanca habitación. Me levanto, mis nuevas piernas de titanio vacilantes como las de un potrillo. Tras la ventana, el mundo se agita en colores. El estruendo me hace volverme. Un joven celador de piel oscura acaba de crear el caos sobre el suelo impoluto. La enfermera le hace encogerse con varios insultos escogidos. Sonrío. ¿Sabrá a qué tiene derecho? Creo que, al final, no será la máquina lo que me mantenga vivo, sino otro desafío.