Imagen de perfilEl carro.

José Luis Rodríguez Ruza · A Coruña 

Ejercía yo por aquéllos entonces en un pueblo de León, cuando recibí un día la visita de un antiguo cliente; que, presa de un acaloramiento al que no me tenía acostumbrado, me explicó a trompicones que su vecino le colocaba el carro en la puerta de su corral, correlativo al portal de Ramiro, que así se llamaba el adversario, impidiéndole sacar el suyo cuando las labores del campo lo precisaban; y que ya llevaba así un tiempo por lo que había que litigar con premura porque se sentía deshonrado e impotente al no atenerse el mentecato a las palabras. Traté de apaciguar a mi cliente, Anselmo, que así se llamaba, para poner las ideas en claro y poder dilucidar si efectivamente existía motivo para el litigio, o podría solicionarse el asunto con una mediación, pero insistía en su argumentario: Pórtese lo más criminalmente posible, porque así no puedo vivir.

 

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