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Marta Trutxuelo García 

XVIII… XX. Abrí la puerta del bufete y comencé a deshilvanar el argumentario para justificar el retraso en el inicio del juicio, alegando la ineptitud del estúpido becario que me habían endosado como pasante. Atendería al caso que había que litigar a la mayor celeridad y… Mi interlocutor dio media vuelta y ¡albricias! percatéme de su vestimenta.
Y principié mi relato… Me dispuse a desentrañar las bienaventuras de mis pareceres para enmendar la demora en el preludio del pleito, arguyendo a dicha tardanza la necedad del mentecato aprendiz que me habían endilgado como meritorio. Escrutaría la controversia que había que litigar con la mayor premura y…
Al salir comprobé el número que presidía la hoja: X X, y entonces vi el palito que yacía en el suelo. Bueno, lenguaje pelín engolado para ser decimonónico. Nunca me fijo en el orden correlativo de puertas y siglos. ¡Que soy Abogado del Tiempo!

 

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6 comentarios

    1. Hola, Manuel!
      Ya me gustaría que mi presencia fuera más «obligada», muchas veces no estoy en este podio (pero es verdad, procuro participar siempre), aunque sí esté desterrada en los «no seleccionados»… la inspiración, que a veces se va a ver un partido del Athletic, je, je…

      Muchas gracias Manuel, leer comentario de un permanente finalista y ganador como tú es un verdadero halago.
      Y ni soy del Athletic ni abogada!!!

      Un abrazo y gracias!
      Marta

       
    1. Gracias mil, Towi!!!

      Mira que no las tenía yo todas conmigo con este relato, además, como estuve en el «destierro» el mes pasado, no creía que gustara al jurado, pero mira por dónde, cáspita, je, je…

      Bueno, a ver con qué joyita nos deileta vuesa merced, encantadora de cuentos sin par!!!

      Un abrazo
      Marta

       
  • Hola, Marta.
    Magníficos ese abogado del tiempo y su preciosista lenguaje extemporáneo. Un letrado que se acomoda a la realidad social en cada momento e indumentaria, echando la culpa de sus demoras a su ayudante. Y se le caen los palitos a los siglos para que el juegue con la expresión oral o escrita. Tu protagonista es un auténtico enamorado de su oficio. Un micro genial que merece un voto. Y tú, un beso.