Imagen de perfilUn caso embrujado

Jorge Luis González Castro 

La anciana salió del tribunal profiriendo maldiciones. Aquello me asustó. Ella no entendía de pleitos urbanos, ni de órdenes de demolición. Repetía que había plantado su vivienda muchos años atrás cuando el lugar era apenas un bosque de pésima reputación. Siendo honesto el ayuntamiento tenía razón, el pan de jengibre no es un material idóneo para construir una casa. Era increíble. La anciana sobrevivió la Inquisición, la Revolución Industrial; incluso la Guerra Fría, pero su capacidad resiliente naufragó en el contencioso-administrativo. Un grupo de niños que pasaba cerca se burlaron de su sombrero puntiagudo, ese que fue tendencia de moda en Salem. Percibí sus lágrimas cuando remontó el vuelo en la escoba. Aún podemos recurrir, llámame por la bola de cristal, dije. Como un mal recuerdo en la acera tiró la tarjeta del bufete «Hansel y Gretel Abogados» que le entregué con tanto cariño. Ya nada era como antes.

 

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