Imagen de perfilIgor Ivonevic

Pablo García Muñiz 

Acusaban a Igor Ivonevic del asesinato de cinco políticos. Cinco asesinatos que se habían producido en núcleos urbanos tan alejados como Toledo, Madrid, Oviedo, Valencia y Sevilla. El mismo día, a la misma hora.

No teníamos dudas: Igor era el chivo expiatorio de algún tipo de trama que escapaba a nuestro entendimiento y decidimos construir una defensa inusual, tan resiliente como arriesgada. Buscamos pruebas inculpatorias en cada uno de los escenarios: testigos, huellas, grabaciones. Si demostrábamos que Igor era el autor material de cinco asesinatos simultáneos, no podrían culparle de ninguno.

A la salida del juzgado, Igor sonrió, por primera vez desde que nos conocimos.

– Enhorabuena, abogado -me dijo-, hoy ambos hemos evitado una condena segura.

Y al alzar la vista, movido por una inquietud extraña, vi cómo Igor dejaba de apuntarme con su rifle desde todas y cada una de las ventanas del edificio de viviendas de enfrente.

 

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