Deseos, los justos
Marta Trutxuelo GarcíaDeseaba que acabara aquel día,¡maldito lumbago! Y para colmo, un nuevo cliente. Del primer contacto con él deduje que tardaría en salir del bufete. Comencé por documentar el caso: el joven trabajaba en una cadena de reciclaje; alfombras, pilas, botellas… desfilaban ante sus ojos en un escenario sucesivo y rutinario. Un día encontró una lamparita y decidió perdonarla, salvándola de su fatídico destino. Tras limpiarla, apareció una nube que materializó a un hombre calvo, con pendientes y bombachos. Mi cliente repitió la operación frente a mí y el supuesto genio de tan inusual lámpara volvió a lanzar su mensaje: “te concedo un deseo”. El joven quería demandarlo por lo abusivo de la oferta, ¡sólo un deseo, incluso a Aladino le concedieron tres! Mientras mi cliente seguía quejándose, un nuevo embate en mi lumbago me obligó a cerrar los ojos. Al abrirlos, el genio había desaparecido, y mi indeseable lumbalgia, también.
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A veces la vida se complica mucho, como si viviésemos en una constante cuesta arriba, pero es verdad que en ocasiones hay oportunidades que se presentan y que hay que saber aprovechar sin ponerse exquisito, como el cliente de esta abogada, que se quedó sin nada. Al menos, el deseo de ella sí se cumplió, por ir al grano y no andarse con remilgos.
Una historia divertida y original, Marta.
Un abrazo
Pero, ¿desapareció también el cliente? Porque ahí yo veo una demanda de responsabilidad contra esa abogada lumbálgica. Muy bueno, Marta. Ahí va mi voto.
Jaja. Muy bueno!!!
Más vale un deseo «en mano» que tres volando.
Me ha gustado mucho tu relato, Marta.
Mucha suerte.
Un abrazo.
Me gusta.
Felicidades y mi voto.
Muy bien Marta. No hay que quejarse de la suerte, sino aprovecharla. A mí si se me aparece el genio y le pido que no me suspendan más juicios por la huelga de los LAJ, pero no me quejo porque «los letrados no lloran, los letrados minutan».