Imagen de perfilALMAS ROBADAS

MANUEL MONEDERO GUTIERREZ 

Sigue el fiscal con su arenga insoportable. Insiste en que concurren pruebas suficientes para documentar el genocidio y que no queda otro escenario para mí que la prisión perpetua revisable.

No van a perdonar nada, así que desconecto y decido escribir. Lo hago con letra intencionadamente grande y aplicada para que pueda leerme mi abogado, con quien comparto una maltrecha mesa en la sala del juicio. Hasta hoy, todo mi contacto con él se había limitado a su estéril monólogo tras un vidrio infranqueable.

Intuyo que me lee. Y escribo. Escribo que quien decía ser mi padre me despertaba ebrio de madrugada y que yo solo quería que terminara cuanto antes. Y me estremezco. Me estremezco recordando a mi madre ignorando aquella abusiva cotidianidad porque bastante tenía con sobrellevar su drogadicción.

Te rompía mi silencio. Soy un mercenario sin escrúpulos porque me robaron el alma. No busques más motivos, letrado.

 

+7

 

Queremos saber tu opinión

2 comentarios

  • La infancia nos marca y de qué manera. Como dramáticamente apunta tu protagonista, a él le robaron el alma, a partir de ahí cualquier cosa es posible, hasta que degenere en un monstruo sin escrúpulos capaz de quitar la vida a sus semejantes una y otra vez sin sentir nada.
    Un historia dura y bien narrada, sobre los motivos que pueden llevar a una persona a cometer los peores desmanes.
    Un abrazo y suerte, Manuel