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Mª Montserrat Arellano Martínez 

Sumergida en el bullicio en crecimiento del bar, la mujer se apretaba las manos, inquieta, una isla de preocupación en aquel ambiente inclusivo. De repente, la ajada campanilla señaló la entrada de un tipo de mediana edad, traje negro, maletín en mano y patinete multicolor sujeto bajo el brazo. Con paso desenvuelto, se dirigió hacia ella, sonriente: ¨Todo ha ido bien. Prohibición de acercamiento y uso de la vivienda. También te ayudarán a conseguir un nuevo empleo. Estamos de suerte. Quieren promover la visibilidad de estos casos¨. La mujer no sonrió. Aflojando poco a poco los puños, irguió la espalda, sacó un billete del bolso y lo dejó sobre la barra. ¨Gracias¨, dijo simplemente, mirándolo a los ojos, y se marchó con paso firme. Eulogio se subió al taburete y pidió una copa de cava. Quien lo hubiera dicho, tras el despido. Un día verdaderamente productivo en la nueva oficina.

 

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