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Ceferino Gómez Delgado 

Una vuelta, otra vuelta, el recuerdo del olor del humo que emanaba de las chimeneas, las caras de pánico permanente, el llanto de los niños que se incrustaba como un eco, permitía que el insomnio gobernara mis noches.
Harto de todo ello acudí a comisaría para confesar que había cometido varios delitos: El policía incrédulo, me miró de soslayo pensando que estaba ante un anciano con demencia senil, intentó que me marchase, pero ante mi insistencia comunicó con el letrado de oficio.
Tras varios meses soportando las miradas indiscretas de toda mi comunidad de vecinos, al fin se señaló la fecha del pleito.
Tras el alegato desesperado de mi letrado me concedieron la palabra y tras quitarme el abrigo y enseñar mi camisa de las SS, me declaré culpable.
Fui condenado por delitos contra la humanidad.
Al fin pude conciliar el sueño, cuando el viento de mi conciencia amainó.

 

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