Imagen de perfilDe ultratumba

Mikel Aboitiz 

¿Cómo conciliar ante la comunidad su profesión de abogado con la de médium y cambiar de actividad como de camisa para pasar del terrenal mundo articulado en leyes a las esferas de los desaparecidos? Fácil para Eduardo Alvires. En su consultorio, un discreto limbo entre ambos mundos sito en la Calle de los Vientos junto al Tribunal de Justicia, asesora a colegas en pleitos sobre libertades, derecho europeo o cuestiones penales en línea directa con Tocqueville, Montesquieu o Hans Kelsen. Su voz, al reproducir las inflexiones del propio Cicerón, insufla coraje a clientes desanimados.
Una vez enterado de un caso, Alvires desaparece por la escalera del sótano para regresar de las profundidades con sabios consejos de los espíritus, ojos inflamados y un leve temblor de manos. La fe de los parroquianos en sus poderes es inmensa. Tanto como la biblioteca jurídica que esconde en los bajos del consultorio.

 

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