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LOLA SANABRIA GARCÍA 

Desde pequeño le gustaban los bichos. Pero en el instante en que vio a Patricia en la biblioteca, inclinada sobre un libro de Derecho, decidió cambiar el estudio de los insectos por el de las leyes. Ella se hizo juez. Él, abogado. Fue un privilegio tener una vida basada en la confianza mutua. Trabajar juntos. Se entendían con un solo gesto. Pero el paso del tiempo hizo su función devastadora y los distanció.
Él ahora no reconoce a esa señora empeñada en meterle una cucharada de sopa en la boca. Y no le emocionó verla llorar cuando enganchó el collar con los dedos, regalo de sus bodas de oro, y lo rompió. Todo cae en el olvido. Sin embargo, ha vuelto a mirar con interés a los gusanos de seda, a las arañas atrapando moscas y a las tijeretas en el jardín. Hace días que Patricia comparte su afición.

 

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