Imagen de perfilENTRE JUICIOS ANDA EL JUEGO

Amparo Martínez Alonso 

La bibliotecaria es una chica joven, me acerco a ella.

—Hola, soy Marta…

—¿Tienes el collar?

—¿Eh?… ¡No!

—Entonces, ¿cómo sé que eres Marta?

—… Hace años nos reuníamos tres amigos en esta biblioteca. Leíamos y, luego, en la rebotica (ellos eran hijos del farmacéutico), recreábamos algunos casos (“El traje nuevo del emperador”, utilizando mi collar invisible) o construíamos finales más justos (el juicio de la Reina de Corazones en “Alicia en el país de las maravillas”)… ¡Fueron tiempos felices! Un privilegio que pasó al olvido. Hasta que recibí esta nota:

“Marta, te esperamos en la biblioteca, como hace quince años.”

Soy abogada, el membrete del mensaje me dio confianza y despertó mi curiosidad.

—Un alegato convincente, Marta. Puedes acceder al país de las maravillas.

—¿A la rebotica?

—¡No! La vieja farmacia es ahora el bufete de mis hermanos… ¡Te esperan para defender la Ley en el mundo real!

 

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