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Teresa Álvarez 

En la fiesta de Navidad, mi jefa, después de dos “dedales” de pacharán nos encasquetó el testimonio del éxito en su vida profesional. Sin un plan definido ascendió de ayudante en una gestoría, a propietaria de un bufete laboralista. Robando horas al sueño escaló el peldaño de graduada social. Más tarde, ante las necesidades de sus clientes, que se divorciaban, recibían herencias, o defraudaban al fisco, se licenció en Derecho. Al parecer la brillante trayectoria se fraguó el día que su padrino le regaló, de una subasta de decomisos, un manoseado Estatuto de los trabajadores y una Olivetti. Después del convite y beodo de gintonics, le he comprado a mi hijo, en una tienda de segunda mano, por sólo cinco euros, un mazo de madera y una biblia, con la esperanza de que, aunque todavía cursa parvulitos, en un futuro presida un tribunal.

 

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