Imagen de perfilEL HOMBRE DE PAJA

Ernesto Ortega garrido 

Ya solo me daban los delitos más insignificantes y los casos que nadie aceptaba. Así que decidí jubilarme, irme al campo y cambiar la abogacía por la agricultura. Ahora la vida trascurre tranquila, en un marco incomparable que no tiene nada que ver con el del despacho, donde el trabajo había adquirido un ritmo que mi salud ya no podía soportar, teniendo que competir con jóvenes ambiciosos. Pero aquí el trabajo es más duro de lo que imaginaba. Sembrar, regar, quitar las malas hierbas, para que luego los pájaros me acaben arruinando la cosecha. Por eso, he tenido que volver a usar la toga y el birrete. Cada mañana, cuando me veo en medio de la huerta, inmóvil, vigilando la cosecha, tan impecable y elegante, ni siento pena ni añoro el bufete. Por fin, he descubierto mi verdadera vocación. Siempre fui un hombre de paja.

 

+6

 

Queremos saber tu opinión

3 comentarios