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ADRIÁN TORRES REVILLA 

Aquella gélida mañana se levantó temprano, más de lo habitual, comió algo, se afeitó y, rápidamente, se aplicó su loción justo antes de enfundarse la camisa nueva, había llegado el día.

Al montarse en el autobús, tomó asiento en la parte trasera, necesitaba concentración; sin demora, sacó del maletín varios documentos, cuyo contenido era ciertamente escalofriante, y comenzó a revisarlos uno por uno: ‘‘Por lo expuesto, en nombre del Rey…’’.

‘‘¡Próxima parada Avenida Reyes Católicos 51!’’. Alzó la vista, acopió apresuradamente sus papeles y cogió con cuidado la bolsa en la que atesoraba su impoluta toga negra.

‘‘Juzgado de lo Penal Número 1 de Burgos’’, miró su reloj, las 9:57 horas, llegó el momento, las piernas temblaban, la boca completamente seca, los latidos del corazón no dejaban siquiera articular palabra… Aún con todo, sabía que aquella angustiosa sensación era la que realmente le haría disfrutar de su verdadera vocación.

 

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