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Ángel Montoro Valverde 

La comida del día uno quebró el propósito de sobremesa de nochevieja. Mientras me ducho diviso en cenital un distendido e hipertrófico vientre, imposible de definir, adivinando que tras él están mis pies y alguna cosa más. Espejo frente a espejo contemplo la exagerada tonsura, sospechosa de convertirse en anillo de circo, y lamento la injusticia distributiva con que la naturaleza ha diseminado la pelambre por mi epidermis. Observo con disgusto lo mal que mi barba disimula la papada. Desde mis tiempos de facultad he venido pensando que había que liberar a la justicia de formalismos procedimentales, arcaísmos lingüísticos, estrados y puñetas, para situarla más pegada a la calle. Hoy sigo pensando lo mismo; pero mientras me recompongo el tipo camino del juzgado, no puedo dejar de agradecer a mi sastre y al 187 de la L.O.P.J. lo bien que me sienta la toga. Y lo que tapa.

 

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