Superación
Gabriel Pérez MartínezAsistir a un juicio y ver cómo le caen diez años al encausado por un delito que conlleva, como mucho, dos, nunca es agradable; y menos, si eres su abogado. Mi defensa había sido nefasta, me sentí vulnerable y quise dejar la profesión. Recurrí a especialistas en orientación vocacional y siempre escuché la misma retahíla: “Tienes aptitudes como letrado. Queremos ser tus beneficiarios”. Pasaron unos meses cuando, desde los calabozos de comisaría, me llamó un tipo recién salido de prisión. Su compañero de celda hasta ayer, aquel pobre infeliz con el que metí la pata, le había aconsejado que se pusiera en contacto conmigo. Encima, se trataba de un delito similar, así que tenía la oportunidad de resarcirme. Llegó el juicio y logré su absolución. Emocionado, me dispuse a felicitarlo. A moco tendido me confesó que la idea era volver a la cárcel para estar juntos esos diez años.
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Muy original y sugestivo relato, con un final inesperado. Como dice el refrán «basta que quieras una cosa para que salga lo contrario» Mi felicitación y voto. Enhorabuena, me ha encantado .
Muchas gracias, Francisco José.
Un abrazo.
Vaya letrado metepatas. Pobre. Quizás debería proponerse justo lo contrario para acertar.
Mi voto, Gabriel.
No da una el pobre abogado, no… Pero bueno, por lo menos, a nivel profesional, sí se supera.
¡Muchas gracias, Manuel!
Un abrazo.
La felicidad, como todo lo demás, es siempre relativa. En cualquier caso, tu letrado hizo lo que todos tenemos que hacer, en esta constante superación que supone ejercer la abogacía. Muy buen relato. Enhorabuena, mi voto, y un saludo.
Muchas gracias, Nicolás.
Totalmente de acuerdo: el abogado hizo lo que tenía que hacer.
Un abrazo.
En los dibujos animados, o en los tebeos de mi infancia, a veces, algunos personajes tenían una nube negra particular con rayos y lluvia sobre sus cabezas, hiciesen lo que hiciesen. De igual forma, a tu desdichado personaje todo le sale mal, hasta cuando le sale bien.
El caso es que perdiendo se aprende. Con el tiempo llegará a convertirse en un gran profesional, si logra, eso sí, superar esas paradojas que le acompañan y las desdichas dejan de perseguirle.
Muy original, Gabriel.
Un abrazo y suerte
Somos de la misma quinta, Ángel. También recuerdo esas nubecitas grises pululando sobre las cabecitas de los gafados…
Pues sí… Esperemos que el abogado de esta historia se reponga, porque el pobre mete la pata hasta cuando hace lo que tiene que hacer…
Muchas gracias, Ángel.
Un fuerte abrazo, maestro.
¡Uala, vaya final! Hermosa historia. La pena es que todos pierden. Espero que tú no.
Un saludo, Gabriel
¡Muchas gracias, Margarita!
Un abrazo y mucha suerte, también, para ti.