Imagen de perfilLA VERDAD CALLADA

Eva María Algar García 

Me costó ganar el caso. Defendía a una empresa conservera que vertía residuos tóxicos al Mar Menor, causando graves daños a la flora y fauna autóctonas. Conseguí demostrar que mi cliente adoptaba un protocolo sostenible y respetuoso con el medio ambiente, y que el inestable clima murciano, unido a la dificultad de regeneración de aquellas aguas, eran los únicos responsables de su elevada contaminación.
La justicia me dio la razón, así que otras muchas empresas contrataron mis servicios, obteniendo idénticos resultados favorables.
Veinte años después, observo desde la orilla un mar putrefacto, donde cuesta respirar, donde ya nadie pesca, se baña o navega y, arrepentido, me siento obligado a confesar que trabajé arduamente, sí, pero fue el soborno a numerosos magistrados y peritos lo que me procuró la absolución.
Ahora ruego perdón al Mar agonizante, aunque sus olas cetrinas susurran que debiera adentrarme en él y acompañarlo en su muerte…

 

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